domingo, 5 de febrero de 2012

La leyenda de Joe DiMaggio (entrada dedicada al Colegio Estudio en su 72º aniversario)

El béisbol es un deporte poco conocido en España y con muy pocos seguidores, pero a mí siempre me ha llamado mucho la atención y aunque nunca lo he practicado, sí que me gusta mucho verlo.

En el colegio no podíamos jugar al futbol. Estaba prohibido. Por eso, en mi colegio, el baloncesto era y aun hoy sigue siendo “el deporte”. Pero sí jugábamos al “Futbol-chut” o "Kick-ball", como María de la Peña me ha recordado (muchas gracias María, por leerme y por echarme una mano), una especie de béisbol en el que el lanzador de un equipo tiraba una pelota a ras de suelo para que el pateador del otro, enviara la pelota tan lejos como pudiera. Las reglas eran muy similares a las del béisbol. Una vez que se pateaba, si algún jugador del equipo contrario lograba atrapar la pelota sin que antes tocara el suelo, quedabas eliminado. De lo contrario, había que correr e ir haciendo las tres bases dispuestas en forma de rombo, intentar llegar a primera base primero, a segunda después, a tercera más adelante, y por último al “home” de forma que hacías una carrera. Ganaba el equipo que más carreras hiciera.

Pero además el béisbol ha tenido grandes mitos conocidos mundialmente, no solo por su calidad, sino por su vida privada. Joe DiMaggio y Mickey Mantle fueron dos de las grandes leyendas.

Joe DiMaggio nació el 25 de noviembre de 1915 en Martinez, California. Hijo de los emigrantes italianos Giuseppe DiMaggio y Rosalía Mercurio, se trasladaron a North Beach, un barrio de San Francisco cuando Joe tenía dos años. Joe no quiso seguir los pasos de su padre, un pescador que soñaba con que sus hijos continuaran su oficio, y se dedicó a jugar al béisbol. En 1932 comenzó a jugar en los San Francisco Seals, un equipo semiprofesional en el que ya destacó por su juego con el bate. Un ojeador de los todopoderosos Yankees de Nueva York se quedó prendado de las habilidades de Joe y le dio una oportunidad, fichándolo por 25.000 dólares y 5 jugadores.

El 3 de mayo de 1936 Joe DiMaggio debutó como profesional en los Yankees y ese año, después de estar cuatro años sin ganar el título, los Yankees comenzaron una racha de cuatro títulos seguidos, con Joe DiMaggio como gran estrella del equipo. Destacaba por su estilo realmente puro, elegante y fluido y su rendimiento dentro del campo era digno de ver. En 1942 sirvió a los EEUU en a Segunda Guerra Mundial, aunque nunca llegó a entrar en combate y tras licenciarse a finales de 1945 volvió a jugar en los Yankees hasta 1951, año en el que se retiró con nueve títulos en 13 años y los Yankees retiraron su dorsal nº 5.

Bautizado por sus fans como “Yankee Clipper” por su gran agilidad, comparándolo con el rapidísimo velero Clipper, Joe logró en 1941 un increíble record que los expertos consideran la más grande proeza del mundo del béisbol: 56 juegos consecutivos bateando al menos un  “hit”. Además también fue un gran lanzador, atento al juego y para muchos el mejor corredor de bases que jamás se haya visto.


Alcanzó los mayores galardones del mundo del deporte. En 1955 fue ingresado al salón de la fama del béisbol, y en 1969 nombrado como el mejor jugador en la historia, como forma de reconocimiento a su trayectoria y su talento.

Pero la figura de Joe DiMaggio trascendió más allá del deporte, ya que se casó con Marilyn Monroe, a quien conoció en 1952 en una cita que organizó el propio DiMaggio después de ver una fotografía de Monroe con otro jugador de béisbol. Marilyn llegó tarde y mostró poco interés por DiMaggio. La grandísima admiración que tenía Mickey Rooney por el jugador de béisbol hizo cambiar su opinión. Tras dos años de noviazgo ampliamente seguido por los medios de comunicación, Joe DiMaggio y Marilyn Monroe se casaron el 14 de enero de 1954, en lo que se conoció como “La boda del Siglo”, pero la incompatibilidad de sus fuertes caracteres hizo que su matrimonio no durara más de un año. DiMaggio estaba buscando asentar la cabeza y llevar una vida normal y tranquila, pero Marilyn quería relanzar su carrera que en ese momento estaba en horas bajas, para lo que tenía que viajar por todo el mundo. Llego a escribir a una amiga diciendo: “Quiere apartarme de todo mi mundo... del cine, de mis amigos”



A pesar de su divorcio, Joe y Marilyn siguieron siendo buenos amigos. En 1962, tras la muerte de Marilyn, DiMaggio se hizo cargo del cuerpo y organizó su funeral y durante los siguientes 20 años envió una docena de rosas rojas tres días a la semana a la tumba de la que siempre fue su gran amor. Nunca se volvió a casar después de divorciarse de Marilyn y en sus diarios, la discreción al hablar de su matrimonio con ella, primó por encima de todo.

El 8 de marzo de 1999, un cáncer de pulmón acabó con la vida de Joe DiMaggio en Hollywood, Florida. Ese año los Yankees llevaron un nº 5 bordado en las mangas de los uniformes en honor a su gran estrella. En Nueva York construyeron un monumento en el que se puede leer: “Una leyenda del béisbol y un icono americano” y en su lápida reza: “La dignidad, la gracia y la elegancia personificada”, palabras que eligió su hermano Dominico, también jugador de béisbol y que resumen el carácter de uno de los más grandes del deporte de los EEUU del siglo XX y del béisbol mundial.

Joe DiMaggio siempre estará en el recuerdo de los norteamericanos y de aquellos a los que nos gusta el deporte.

3 comentarios:

  1. Gran entrada Fer. Siempre me ha caído bien el bueno de Joe aunque solo fuera por aquello que se suele de decir de que "fue el único hombre que de verdad quiso a Marylin Monroe". Y también porque aparece en la gran 'Mrs. Robinson' de Simon & Garfunkel.

    Yo hace unos años tuve un "proceso esponja" en el que me obsesioné con el béisbol y pasé una buena temporada leyendo, estudiando reglas y viendo partidos para ver si conseguía entenderlo y disfrutarlo. Fracasé en el intento. Comprendía "aprossimativamente" el desarrollo del juego, pero me aburría profundamente las horas y horas que duraban los partidos, y la eternidad que había entre jugada y jugada. Practicarlo en cambio es otra historia. Ahí como de costumbre, te doy una paliza en cuanto quieras.

    De todas formas, lo más extraordinario de este artículo es haber descubierto que en tu adorado Colegio Estudio no os dejaban jugar al fútbol. Cualquier admiración, estima o incluso curiosidad que pudiera sentir por la institución que quiso seguir los postulados de Giner de los Ríos se ha evaporado por completo al descubrir la falta total y absoluta de humanidad y caridad cristiana que padece quien no permita una actividad que tanto contribuye al crecimiento y formación humana de los niños. Tristeza.

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  2. Vernon, hablas de varios temas en el mismo comentario.

    Respecto de la simpatía que sientes por DiMaggio y el poqué de la misma, no puedo estar más de acuerdo. Era un gran tipo.

    En cuanto a si es o no dificil entender las normas y el desarrollo del juego del béisbol, creo sinceramente que no hay caso: no es nada complicado. Logicamente, si no entiendes bien el juego, es imposible que me puedas dar una paliza.

    Por último, no puedo entender que te cause gran estupor que en el Colegio Estudio estuviera prohibido jugar al fútbol. Solo te digo que el Colegio Estudio es uno de los colegios que más importnacia ha dado siempre a los deportes, con dos horas de Educación Física al día, contrubuyendo, como tu bien dices al crecimiento y a la formación humana de los niños. La prohibición es totalmente anecdotica.

    Muchas gracias por tus comentario y muchas gracias por leerme!!!!

    lo dificil de las normas y del desarrollo del juego del béisbol,

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  3. A ver. Lo de que te doy una paliza es casi indiscutible. Yo creo que no merece la pena ni gastar tinta digital en explicarlo.

    De todas formas, yo no he dicho que no lo entendiera. Entiendo perfectamente cómo funciona, por supuesto. Pero hay varios conceptos complicados como por ejemplo el de corredor forzado y demás.

    Y lo del Fútbol en el Estudio, francamente lamentable. Están muy bien las dos horas de Educación Física y tal. Pero el fútbol es un complemento indispensable. A pesar de que a nivel profesional se ha convertido en un juego de putas y plañideras, cuando eres niño es una formación indispensable para la hombría y caballerosidad.

    Un abrazo Fernan.

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