“En
los días anteriores al acontecimiento tuvo al mundo entero preguntándose si
aparecería.
Un
avión tras otro estuvieron esperándole en la pista, mientras él dormía la
siesta, paseaba y comía bocadillos.
Henry
Kissinger le pidió que fuera por el honor de la patria.
Poco
después de su llegada, ofendió a los islandeses. Dijo que su país estaba
atrasado porque no había boleras. Se quejó de las cámaras de televisión, de la
iluminación, de la mesa, de las sillas y del contraste de los cuadros del
tablero. También dijo que la habitación del hotel no tenía buenas vistas.
Nada
de eso guardaba relación con el ajedrez. O puede que sí.
Si
ganaba, sería el primer campeón mundial americano de la historia. Si perdía,
sería un mediocre más de Brooklyn.
En
la jugada número cuarenta de la vigesimoprimera partida contraatacó el Alfil 6
Rey de Spassky con un Peón 4 Torre. Y le derrotó.
Regresó
convertido en un héroe americano. Presumió ante todo el mundo de que derrotaría
al ruso, y lo consiguió. Ahora podría exigir tanto dinero como los campeones de
pesos pesados. Fue invitado por jefes de estado y por reyes.
Después,
Bobby Fischer hizo la jugada más original e inesperada de todas.
Desapareció”.
¡¡¡¡
Como me gusta el comienzo de la película “En busca de Bobby Fischer”!!!!. Es
digno de verse y de analizarse. Fred Waitzkin y Steven Zaillian, guionista y
director de la película, hacen un
perfecto retrato de Bobby Fischer. Fischer era un tipo extraño, maniático,
soberbio, pero también extraordinariamente inteligente, enigmático, sorprendente
e imaginativo. Tanto que nadie esperaba lo que hizo. De hecho lo repitió por
segunda vez y volvió a sorprender a todo el mundo.
Pero en realidad su carácter y sus actuaciones no se pueden entender sin remontarse a su niñez.
Pero en realidad su carácter y sus actuaciones no se pueden entender sin remontarse a su niñez.
Un
día primaveral de 1949 su madre le regaló un tablero de ajedrez. Bobby aprendió a jugar al ajedrez con el manual de
instrucciones y se obsesionó de tal forma que comenzó a devorar todos los
libros de ajedrez que caían en sus manos y perdió el contacto con todos sus
amigos del colegio. De hecho, su madre, preocupada, puso un anuncio buscando
niños de la edad de Bobby que compartieran su misma afición. En realidad
Fischer sólo quería tener amigos que jugaran al ajedrez.
Fue
autodidacta hasta que por fin, con 10 años, su madre le inscribió en el Club de
Ajedrez de Brooklyn. Destacó desde el principio y comenzó a ganar campeonatos y
a batir todos los records y se consagró como el Gran Maestro Internacional más
joven de la historia con 15 años.
A los 16 años
decidió dejar de estudiar para dedicarse
a su única pasión. El ajedrez en aquella época no daba dinero para vivir,
aunque fueras un Gran Maestro, pero a Fischer no le importaba: sólo quería
jugar, jugar y ganar. Y así comenzó su fama en EE.UU. como niño prodigio del
ajedrez. Se supo que tenía un coeficiente intelectual de 180 y que llenó su casa con tableros y
libros de ajedrez y durante 14 horas al día se dedicaba a estudiar y a jugar
varias partidas simultáneas contra sí mismo.
Poco
a poco las excentricidades de Fischer comenzaron a hacerse más patentes a
medida que mejoraba su juego y sus números. Y eso encandiló a los aficionados y
a la prensa que comenzó a hacer del ajedrez el deporte espectáculo que hasta
ese momento no era. Comenzó a exigir condiciones perfectas de luz, silencio
absoluto, ausencia de cámaras fotográficas y de televisión y, sobre todo,
grandes cantidades en premios y se negaba a participar en cualquier torneo que
no se plegaba a sus peticiones.
En
1963 Fischer se negó a participar en torneos de la Federación Internacional de
Ajedrez hasta que no se cambiaran las normas, ya que consideraba que los
soviéticos manipulaban la competición acordando tablas entre ellos.
En
1964 se publicó la primera clasificación ELO, con Petrosian y Fischer con 2690
puntos.
De
repente en 1970 las reglas de clasificación para el Campeonato del Mundo se
“relajaron” y EE.UU. podía presentar
tres candidatos, y aunque Fischer no estaba en la lista por no haber pasado el
Interzonal, Pal Benko cedió su puesto para que Fischer ocupara su lugar. De
este modo ganó el siguiente Interzonal,
en Palma de Mallorca y se clasificó para el Torneo de Candidatos. Con 28 años,
Fischer derrotó de forma apabullante a Mark Taimanov y Bent Larsen. Su último obstáculo hacia la
final era Petrosian, a quien venció en Buenos Aires en septiembre de 1971.
Y
por fin llegó “El encuentro del Siglo”. Así se denominó y aun hoy sigue
conociéndose por ese sobrenombre a la final del campeonato de mundo entre Bobby
Fischer y Spassky. Pero antes hubo que sortear muchas dificultades debido a la
infinita lista de imposiciones de Fischer. El primer escollo fue la elección de
la sede, después incrementar el premio y por último convencer a Bobby de que no
se retirara porque la televisión islandesa no emitía su programa favorito.
Finalmente Bobby accedió.
Aun
así Fischer estuvo a punto de ser
descalificado por llegar diez días tarde y cuando finalmente se presentó, no
quiso estar presente en el sorteo inicial de colores. Naturalmente, los soviéticos
exigían su descalificación, pero Spassky, oponiéndose a su gobierno, quería que
se jugase a toda costa. La FIDE tuvo que actuar contra sus propias normas para
conseguir que el encuentro se disputara finalmente, aunque para convencer a
Fischer se necesitó una conversación personal con el entonces Secretario de
Estado, Henry Kissinger. Tras disculparse con Spassky por escrito, el 11 de
julio de 1972 comenzó la Gran Final en Reykjavik, Islandia. Ganaría el mejor de
24 partidas.
Fischer
se enfrentaba al vigente campeón del mundo y líder de una generación de
estrellas soviéticas de ajedrez, entrenados a conciencia por el régimen
comunista. Spassky había contado con la ayuda de todos los analistas y grandes
jugadores soviéticos en su preparación. Fischer no contó con nadie, sólo
consigo mismo. Fue un episodio más de la Guerra Fría, casi equivalente a la
crisis de los misiles que tuvieron que sofocar Kennedy y Kruschev: los
soviéticos denunciaron que los americanos habían instalado aparatos
electromagnéticos en la sala para desorientar a Spassky, el pueblo americano y
su presidente Nixon a la cabeza se olvidaron por unos días del beisbol y
apoyaron a su compatriota.
Fischer
perdió la primera partida. Se quejó de la presencia de cámaras de televisión.
Las cámaras se movieron al fondo del pabellón. En la segunda partida, Fischer
llegó cinco minutos tarde. Entonces vio una cámara fija oculta y casi
invisible, pidió que la retiraran y al no conseguirlo se fue. Al cabo de una
hora le dieron la partida por perdida por incomparecencia. Sus posteriores quejas no sirvieron de nada y
tuvo que aceptar seguir jugando aunque las cámaras fueron totalmente retiradas
posteriormente. Tras comenzar perdiendo 2 vs 0 Fischer decidió aplicar su
teoría: no basta con ganar al oponente, también hay que humillarlo. Mientras
Spassky se recluía en su habitación tras cada partida para analizarla rodeado
de 30 expertos soviéticos, Fischer se marchaba a jugar a los bolos y después,
realizaba su propio análisis en soledad, como siempre hacía. Era una máquina de
estudiar solo. Desesperado y bloqueado ante los movimientos de su oponente,
Spassky terminó rindiéndose en las siguientes partidas y Fischer igualó el
torneo (2,5 vs 2,5). Finalmente, derrotó a Spassky por 7-11-3 (12,5 vs 8,5) el
31 de agosto de 1972. Ganó 160.000 dólares además de algunos regalos por valor
de casi 50.000 dólares más. Aseguró en la cena de despedida que sería un gran campeón,
que jugaría muchas partidas y que dejaría muy alto al ajedrez mundial.
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Bobby
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12'5
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Bobby Fischer fue
recibido como un héroe en EEUU tras su triunfo en Islandia. La prensa le
agasajó, le llovieron contratos millonarios, pero los rechazó todos. Los
famosos y ricos del momento se rifaron una amistad que él despreció. Algunos de
ellos, cantantes y actores, pagaron sumas millonarias por recibir lecciones del
ídolo. Tras unos meses en los que aseguró no poder soportar por más tiempo a “tanto
buitre”, de repente Bobby Fischer desapareció.
La Federación
Internacional de Ajedrez le retiró el título de campeón del mundo en 1975 ante
sus reiteradas negativas a defender su corona frente a la promesa rusa Anatoly
Karpov.
Al contrario que
otras estrellas jóvenes que no logran asimilar su fama y fortuna, el problema
de Fischer nunca fueron las drogas, el alcohol o las mujeres. Su punto débil
siempre fue su punto fuerte: su propia mente. Quienes le conocían y siguieron
en contacto con él dicen que fue traicionado por su propia mente.
Se peleó con el
mundo:
- Denunció que las competiciones internacionales de ajedrez estaban amañadas.
- Denunció a los editores de una revista religiosa.
- Fue acusado de robar un banco por equivocación y publicó un artículo en el que denunciaba haber sido torturado en la cárcel de Pasadena.
- Denunció a las empresas fabricantes de relojes por no pagarle royalties por su patente: el “Reloj Digital Fischer”.
- Reclamó parte de los derechos de la película “Buscando a Bobby Fischer.
- El 11 de septiembre de 2001, se pronunció a favor de los atentados de las Torres Gemelas.
Veinte años después
de su desaparición regresó a la escena pública en 1992. Fue invitado a reeditar
la partida contra Spassky a Yugoslavia, que por aquel entonces estaba
“bloqueada” por varias resoluciones de Naciones Unidas. Participar
contravendría órdenes de su propio gobierno. En una rueda de prensa acusó al
Gobierno de EE.UU. de amenazarle y ante las cámaras presentó la orden que
recibió de su país y escupió sobre ella.
Finalmente participo
en el torneo a pesar de la prohibición que recibió y a pesar de las muchas
restricciones que impuso. Entro otras cosas, pidió a los organizadores del
torneo que elevaran varios centímetros el retrete de la habitación del hotel en
el que se hospedaba, en la ciudad yugoslava de Sveti Stefan. El mejor entre los
mejores debía estar por encima del resto de los mortales incluso también en los
momentos de urgente intimidad.
Y ganó a Spassky
17,5 vs 12,5, recibiendo casi 4 millones de dólares de un banquero yugoslavo.
Pero su rebeldía le valió una pena de hasta diez años de cárcel si volvía a su
país.
Y volvió a
desaparecer.
Parece que se fue a
vivir entre Tokio y Manila y que el vacio que le dejó el ajedrez lo ocupó en
lecturas sobre conspiraciones y teorías racistas que fueron agravando sus taras
y fantasías: “El hombre blanco debería abandonar América e irse de vuelta a
Europa, los negros deberían volver al continente africano y el país debería ser
devuelto a los indios”, decía. Resumía su mundo en la siguiente frase: “una
mafia de agentes comunistas y judíos me persigue para envenenarme, mi fortuna
ha sido robada en una conspiración de agentes de la CIA, Bin Laden es un héroe
y Hitler no fue suficientemente lejos en su represión de las ratas judías”.
En 2004 fue detenido
en Tokio cuando intentaba salir de Japón, y fue recluido en una prisión
japonesa hasta que en marzo de 2005. Spassky fue a visitarle. Logró ser puesto
en libertad para viajar a Islandia, cuyo Gobierno, después de haber recibido la
solicitud de asilo político y tras aprobarlo en el parlamento le ofreció la
nacionalidad.
En su última
intervención radiofónica, en una emisora islandesa, el locutor preguntó al Gran
Maestro que quién había sido el más grande entre los grandes: él o Gary
Kasparov. “¿Cómo puedes compararme a mí con un tramposo? Yo nunca he jugado una partida previamente
amañada. La mayoría de las victorias de Kasparov, la mayoría digo, han sido
amañadas. Yo todo lo he conseguido por méritos propios. No creo que haya muchas
personas que puedan decir lo mismo”, respondió.
El 18 de enero de
2008, Bobby Fischer murió en Islandia con 64 años, tantos como casillas tiene
un tablero de ajedrez.
Lo mejor que podemos
hacer es recordarle por su desbordante talento y por su inquebrantable fe en la
búsqueda de la victoria. Su estilo era agresivo, buscaba atacar y atacar hasta
el abandono del rival. Siempre comentaba que los que no jugaban 1.e4 en la
apertura eran unos cobardes. Debido a esto su repertorio de aperturas no era
muy amplio, algo que compensaba con una comprensión del juego sólo a su
alcance. Opinaba que la teoría de aperturas mataba la creatividad y
precisamente por eso creo una nueva forma de jugar al ajedrez: el sistema
Random, que consistía en sortear la posición de las ocho figuras al comienzo de
cada partida (los peones se colocaban igual) de forma que daba lugar a una
posición inicial diferente cada vez y el conocimiento de las aperturas pasaba a
no tener ninguna relevancia. De hecho algunos de los Grandes Maestros que dicen
haber jugado con el por internet, comentaban que empezaba las partidas con
movimientos incomprensibles y absurdos, para luego ir reconduciéndolas hasta
machacarles.
El ajedrez siempre
tendrá una grandísima deuda con Bobby Fischer: fue el que lo profesionalizó, lo
dignificó y le dio relevancia. Hasta su fulgurante aparición, el ajedrez interesaba
a muy poca gente y estaba muy poco remunerado. Sus exigencias sirvieron para
incrementar los premios de los torneos y sus locuras para dar publicidad al
ajedrez.
Victor, ya sabes... no
dejes de jugar la apertura 1.e4, o en caso de que no la juegues habitualmente...
aplícate. Fischer te lo agradecerá desde allá arriba y sobre todo te hará más
fuerte... casi inexpugnable.
Gracias Fernando! Espectacular el post. Me has emocionado. Gracias por traernos a la memoria a este genio inigualable. Lástima que su mente, insondable para el resto, no supiera vivir sin el ajedrez y acabara paranoico. Pero sus partidas, de una rara belleza muy difícil de copiar, serán eternas.
ResponderEliminarVíctor, muchas gracias por tus palabras. Se que está gustando mucho esta entrada, y parte de la inspiración me la has dado tu con tus charlas sobre el ajedrez. Un abrazo.
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