lunes, 21 de abril de 2014

“Huracán” Carter

Francamente no pasaba por mi cabeza hacer una entrada dedicada a “Huracán” Carter. El Boxeo estaría presente en mi blog puntualmente con figuras de la talla de Muhammad Alí, George Foreman, Mike Tyson o Evander Holyfield. 

Pero la muerte de Rubin “Hurricane” Carter ayer domingo en Toronto con 76 años de edad y su historia, han hecho que me replantee que, sin duda, una de los mejores post que podía hacer dedicados al Boxeo tenía que ser con Carter como indiscutible protagonista.

Quizá su biografía antes de lo acontecido el 17 de junio de 1966 no sea muy interesante, pero creo que si es relevante para entender que sucedió a partir de esa fatídica fecha. 


Carter nació en Clifton, Nueva Jersey el 6 de mayo de 1937, pero se crió en la ciudad vecina de Paterson. Era el cuarto de siete hermanos. Recién cumplidos los 14 años fue condenado por asalto y robo y enviado a un reformatorio. Carter dijo que lo único que había hecho era defender a un amigo contra un pedófilo que intentaba abusar de él con una navaja de Boy Scout. En 1954 se escapó del reformatorio y se alistó en el Ejército y le enviaron a la República Federal Alemana donde coqueteo con el Islam. En 1956 abandonó el Ejército y regreso a Paterson con la intención de convertirse en boxeador profesional, pero fue arrestado por su fuga del reformatorio y condenado a 9 meses de prisión. Cumplió 5 meses y al salir comenzó su andadura de delincuente mientras se preparaba físicamente para ser boxeador. Encadenó varias condenas que le mantuvieron casi 4 años en prisión. En 1961, ya más estable, empezó su carrera como boxeador del peso medio. Ganó varios combates consecutivos por KO, por lo que fue apodado “Huracán” y en 1964 optó al título mundial de “los pesos medios” que perdió contra Joey Giardello. Se dice que fue un combate amañado por jueces racistas. 

En 1966 Rubin Carter era un serio aspirante al título de campeón del mundo del peso medio. Pero todo se fue al traste. El 17 de junio de ese año, dos hombres negros entraron en el Lafayette Bar and Grill de Paterson y asesinaron a tres personas. Inmediatamente después huyeron en un coche blanco. Dos ladrones, Alfred Bello y Arthur Bradley, aprovecharon el caos que se ocasionó para robar la caja del bar, pero fueron vistos por Patty Valentine. Rubin Carter y John Artis fueron detenidos por el simple hecho de ser negros e ir conduciendo un coche blanco por Paterson. Posteriormente, después de un rápido y casi “oculto” juicio repleto de irregularidades y prejuicios raciales en el que, tanto Carter como su amigo Artis, negaron su implicación en los asesinatos, pasaron sin problemas un detector de mentiras y los testigos no les reconocieron como los autores y en el que los ladrones Bello y Bradley actuaron como testigos de la acusación, fueron condenados a tres cadenas perpetuas por un jurado compuesto íntegramente por blancos.

En 1974, Carter publicó una autobiografía “The Sixteenth Round” que atrajo la atención de grandes personalidades. Le envió un ejemplar a Bob Dylan que por aquél entonces era un ferviente defensor de los derechos civiles de los afroamericanos. Dylan se reunió con Carter en prisión, y tras quedar convencido de su inocencia organizó varios conciertos benéficos para exponer su caso y en 1975 escribió la canción "Hurricane" que se convirtió en uno de los mayores éxitos de su tiempo, en la que cuenta maravillosamente la historia de Carter:


 Suenan disparos en el bar, por la noche.
Entra Patty Valentine y desde la entrada de arriba
ve al camarero en un charco de sangre.
Grita: “¡Dios mío, los han matado a todos!”
Ésta es la historia del Huracán
el hombre al que las autoridades culparon
de un crimen que no había cometido.
Lo metieron en una celda, pero podría haberse convertido
en campeón de mundial.
Patty alcanza a ver tres cuerpos tirados en el suelo,
y a otro hombre, llamado Bello,
merodeando sospechosamente por la zona.
“No lo hice”, dice, y levanta sus manos.
“Yo sólo estaba robando en la caja”,
usted me comprenderá.
“Yo los vi marchar”, dice, y se calla.
“Uno de nosotros debería llamar a la policía”.
Patty los llama,
y llegan a la escena del crimen con sus luces rojas
en la cálida noche de New Jersey.
Mientras tanto, lejos, al otro lado de la ciudad,
Rubin Carter y dos amigos van dando un paseo en coche.
El favorito para ganar título
de los pesos medios de boxeo.
No tiene ni idea de la mierda
que le está a punto de caer encima,
cuando un policía los detiene
y les manda parar en la cuneta.
Igual que la vez anterior, y la anterior, y la anterior.
Es así como funcionan las cosas en Paterson.
Si eres negro, mejor no salgas a la calle
a no ser que quieras que tu madre lo lamente.
Alfred Bello tenía un compañero,
y tenía una denuncia que comunicar a la policía.
Él y Arthur Dexter Bradley
estaban merodeando por la zona.
“Vi a dos hombres correr”, dijo.
“Dos tipos de peso medio”.
“Subieron a un coche blanco,
con matrícula de fuera del estado”.
Y la señorita Patty Valentine asintió con la cabeza.
El policía les dice:
“Esperar un momento chicos, éste no está muerto”.
Así que lo levantaron y lo llevaron al hospital.
Y a pesar de que le costaba ver bien,
le preguntaron si podría identificar a los asesinos.
Las cuatro de la mañana, y detienen a Rubin.
Lo llevan hasta el hospital
y suben hasta la habitación.
El hombre herido le mira
a través del único ojo bueno que le queda
y dice: “¿Pero que me traeis aquí?,
¿éste no es el hombre?
Sí, ésta es la historia del Huracán.
El hombre al que las autoridades culparon
de un crimen que no había cometido.
Lo metieron en una celda,
pero podría haberse convertido
en campeón de mundial.
Cuatro meses después, los guetos están que arden.
Rubin está en Sudamérica, boxeando por el título,
mientras Arthur Dexter Bradley,
todavía metido en el caso del atraco,
está siendo presionado por la policía,
que busca a alguien a quien culpar
¿Recuerdas aquel asesinato en el bar?”
“¿Recuerdas que dijiste
que habías visto escapar un coche?”
“¿Crees que puedes jugar con la ley?”
“¿No crees que fue aquel boxeador
al que viste correr aquella noche?”
“Recuerda que eres blanco”.
Arthur Dexter Bradley dijo que no estaba seguro.
“Un pobre chico como tú nos puede ayudar mucho”,
le dice la policía.
“Te tenemos pillado por el trabajito del motel,
y podemos hablar con tu amigo Bello”.
“Venga, no tienes porqué volver a la cárcel.
Sé un buen chico”.
“Le harás un favor a la sociedad”.
“Ése hijo de puta es un rebelde,
y cada día que pasa es peor”.
“Queremos poner su culo en la cárcel”.
“Le culparemos del triple asesinato”.
“No es el Caballero Jim, precisamente”.
Rubin podía cargarse a un tipo con un solo golpe,
pero no solía hablar de eso mucho.
“Es mi trabajo”, dice, “y lo hago por dinero”.
“Y una vez acabado, acabado está”.
Era un paraíso.
Nadaba en la abundancia y el aire era puro
campando a sus anchas por donde quería.
Pero lo cogieron y lo metieron en la cárcel,
donde convierten a los hombres en ratones.
Todas las cartas de Rubin
estaban marcadas de antemano.
El juicio fue una farsa,
nunca tuvo oportunidad alguna.
El juez convirtió a los testigos de Rubin
en borrachos de los barrios bajos.
Para los chicos blancos que lo vieron,
no era más que un negro loco.
Nadie dudó que él había presionado del gatillo.
Y aunque no tenían pistola para probarlo,
la policía dijo que había sido él el culpable.
Y el jurado de blancos les dio la razón.
Rubin Carter fue injustamente acusado.
El crimen fue portada de los medios,
¿adivinas quién testificó?
Bello y Bradley mintieron vilmente,
y los periódicos apoyaron la moción.
¿Cómo puede la vida de un hombre
estar en la palma de la mano de unos idiotas?
Ver cómo le metieron en esa encerrona
no podrá ayudarle en nada, pero me siento
avergonzado de vivir en una tierra
donde la justicia es un juego para muchos.
Ahora los verdaderos criminales,
con sus abrigos y corbatas
son libres para beber Martini y ver salir el sol,
mientras Rubin se sienta como un Buda
en una celda de diez pies.
Un hombre inocente, en un infierno viviente.
Ésta es la historia del “Huracán” Carter,
pero no se acabará hasta que se limpie su nombre,
y le devuelvan el tiempo que le robaron.
Lo encerraron en una celda,
pero podría haberse convertido
en campeón mundial.

La campaña iniciada por Dylan dio frutos y se reabrió el juicio en 1976. Tanto Bello como Bradley cambiaron sus versiones y manifestaron antes del nuevo juicio que fueron presionados y chantajeados por la policía a cambio de rebajas en sus condenas. Bradley se negó a testificar de nuevo en el juicio, pero Bello, volvió a inculpar a Carter y tanto el como Artis fueron condenados de nuevo, aunque esta vez con gran repercusión mediática.
Carter apeló de nuevo y en 1985 un juez federal de Nueva Jersey estimó que la fiscalía había actuado de mala fe ocultando pruebas (datos del detector de mentiras que permitían suponer que Bello no estaba diciendo la verdad) y que se habían producido graves violaciones constitucionales, con lo que puso en libertad a Rubin Carter 19 años después. 

Artis, que no había apelado su condena, salió en libertad en 1981.

Carter dedicó el resto de su vida a defender casos similares al suyo y dirigió la fundación AIDWYC (Association in Defence of the Wrongly Convicted) organización que ha tenido éxito en numerosos casos. 

En 1999, el realizador canadiense Norman Jewsion dirigió el largometraje The Hurricane”, protagonizado por Denzel Washington, sobre la historia de Carter. Washington ganó un Globo de Oro y estuvo nominado al Oscar por interpretar a Carter. 

En 2011, año en el que le diagnosticaron cáncer terminal de próstata, Carter escribió otra autobiografía, Eye of the Hurricane: My Path from Darkness to Freedom”. 

Ayer, cuando Denzel Washington se enteró de la muerte de Carter dijo en un comunicado: “Dios bendiga a Rubin Carter y su lucha incansable para garantizar la justicia para todos”. Yo, por mi parte, espero que el sufrimiento de “Huracan” y su posterior dedicación a hacer justicia no sean en vano. De hecho, hasta ahora no lo ha sido. Así sea.

Descanse En Paz

3 comentarios:

  1. Fantástica entrada y temazo de Bob Dylan!!! Aunque creo que la versión que has colgado no es suya, desde luego no es su voz. Aunque para gustos....

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  2. Estimado Anónimo!!!

    Muchas gracias!!!! Me alegra muchísimo que te haya gustado y/o parecido interesante la entrada. Creo que "Huracán" se lo merecía.

    La versión que he incorporado en mi entrada de la canción de Dylan, creo, después de haber escuchado unas cuantas, que es de las mejores y más fidedignas a la cantada por Dylan. Francamente yo no estoy seguro de que no sea él el que canta, pero si tu estás tan seguro, estoy convencido de que estás en lo cierto. Nunca ha sido santo de mi devoción y por eso no puedo asegurar si es o no él.

    Una vez más, muchas gracias por participar y por leer el blog. Espero que las demás entradas también te hayan gustado.

    Un saludo,

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