Aunque
quizá está en horas bajas, ya que ningún equipo inglés se ha clasificado para
cuartos de final de la Champions, es evidente, y quien diga lo contrario no
sabe de fútbol que el fútbol inglés es especial. Por una parte hay que tener
muy en cuenta que son los que inventaron el fútbol moderno y eso es importante.
Pero en realidad eso no es lo que le hace diferente.
Lo
que diferencia al fútbol inglés del fútbol que se juega en el resto del mundo
es su nobleza. Como bien recordaréis de la entrada que publiqué el 25 de
noviembre de 2011 sobre el Rugby, lo más importante, sin duda, de ese deporte
son los valores que lo caracterizan: respeto, nobleza, coraje, lealtad, trabajo
en equipo, solidaridad y compañerismo. Pues bien, el fútbol inglés también se
ha caracterizado por varios de esos mismos valores, aunque es cierto que la
llegada masiva de jugadores extranjeros ha matizado esta cultura que poco a
poco va desapareciendo, pero de la que aún quedan gratas pinceladas.
Pero
además de la nobleza quiero destacar la velocidad, la fuerza y sobre todo la
entrega y la lucha de los jugadores ingleses o de muchos de los extranjeros que
juegan en la Premier League y que logran impregnarse de esos valores que en
muchas de las demás ligas de Europa poco a poco van desapareciendo.
Los
equipos ingleses podrán jugar mejor o peor, hacer un fútbol más o menos
vistoso, crear más o menos oportunidades, pero lo que siempre les caracteriza,
siempre, es que nunca se rinden, creen en la victoria y son capaces de
sobreponerse a las adversidades.
Así han conseguido muchas de sus gestas y
estoy seguro que seguirán consiguiéndolas.
Hay
que destacar varios partidos épicos y varias remontadas de equipos ingleses en
los últimos años, partidos que a cualquiera que le guste el fútbol no le han
podido dejar indiferente. Desde luego yo los recuerdo con nitidez y con una
sonrisa de oreja a oreja.
Posiblemente,
o mejor dicho, con total seguridad, el partido más importante para un club es
la final de la Copa de Europa o Liga de Campeones y precisamente quiero
destacar dos finales de Liga de Campeones en los que los protagonistas fueron
equipos ingleses.
El
26 de mayo de 1999 tiene lugar en el Camp Nou de Barcelona la final de la Liga
de Campeones entre el Manchester United y el Bayern de Munich. Noventa minutos
que se transformarán en inolvidables.
Es
una noche muy especial para muchos jugadores, pero especialmente para dos, uno
de cada equipo. En el equipo inglés, Peter Schmeichel, con 35 años, afronta su
último partido como portero del Manchester United y en el equipo alemán lo
mismo le sucede a Lothar Mattäus, con 38 años. Ambos habían ganado casi todos
los títulos posibles excepto la Champions.
El
Bayern de Mumich partía como favorito, ya que tanto Roy Keane como Paul Scholes,
dos de los jugadores más importantes del United, no podían jugar la final por
acumulación de tarjetas amarillas.
En
el minuto 6 de partido Mario Basler, de falta directa, ajusta un balón al poste
izquierdo de Schmeichel y marca el primer gol de la final. Pero aun es muy
pronto para que un equipo se de por vencido y más aun cuando el que pierde es
un equipo inglés. Además llegó a la final habiendo sufrido en una semifinal
complicadísima contra la Juventus de Turín (empataron a 1 en Old Trafford en el
descuento y ganaron 2-3 en Turín después de remontar un 2-0 en el minuto 10).
Así,
el Manchester United no bajó los brazos y se hizo con la posesión del balón y
el Bayern aunque no apretó, ya que quería proteger la portería de Kahn con
cuatro defensas y dos centrocampistas defensivos como Effemberg y Jeremies, tuvo
las mejores oportunidades en las botas de Scholl y de Jancker, ambas murieron
en el larguero.
Mediada
la segunda parte Alex Ferguson movió el banquillo. En el minuto 67 cambia al
sueco Blomquist por el veterano Teddy Sheringham. Más tarde, ya en el minuto 81
hizo el cambio de Andy Cole por Ole Gunnar Solskjaer. Tanto Sheringham como
Solskjaer tuvieron oportunidad de empatar el partido, pero el gol del empate no
llegaba y se cumple el minuto 90 con el 1-0 en el marcador.
Mientras
el cuarto árbitro enseña el cartel de 3 minutos de tiempo añadido, el
presidente de la UEFA, Lennart Johansson dio la orden de decorar el trofeo con los
colores del Bayern de Munich.
Pero
el United no se rindió, y llegó un corner que la hinchada inglesa casi celebró
como un gol. David Beckham se disponía a sacarlo cuando vio que Schmeichel
subió a rematar, sabiendo que tenía poco que perder, y precisamente hacia él
iba el balón lanzado por Beckham, aunque sin éxito. York no consiguió rematar,
y un defensor del Bayern se lo quitó de encima, de forma que, sin dueño, llegó
a la frontal del área donde Giggs lo volvió a colgar y a tres metros de la
portería, Sheringham lo empujó al fondo de las mallas.
Los
seguidores ingleses se volvieron locos pensando que su equipo había conseguido
forzar la prórroga y los alemanes se desesperaron. La cara de Matthäus, que
había sido sustituido 10 minutos antes, era un auténtico poema y con toda
probabilidad le pasaron por la cabeza las imágenes de la final de 1987 cuando
el Oporto le arrebató la Copa al Bayern en apenas 4 minutos cuando sólo
faltaban 13 minutos para el final.
Pero
aun quedaba una memorable sorpresa. Nada más sacar del centro del campo, el
Bayern perdió el balón, Neville, sin pensarlo dos veces pegó un pelotazo hacia
delante que recogió Solskjaer y en su intento por realizar un centro al área
provoca un nuevo corner. Beckham vuelve a ser el lanzador, pero esta vez
encontró a Sheringham en el primer palo que peinó hacia el segundo donde
Solskjaer materializa el segundo gol del United. Schmeichel lo celebró con una
voltereta, Kuffour, desesperado comenzó a llorar y golpear el suelo, Jancker,
destrozado se dejó caer. Con casi toda seguridad Matthäus decidió en ese mismo
momento seguir un año más para volver a intentar ganar la Copa de Europa,
aunque tampoco podrá ganarla el año siguiente, ya que, esta vez, será el Real
Madrid el que elimine al Bayern de Munich en semifinales. Ironías del destino,
un año más tardé puso rumbo a Estados Unidos y el Bayern ganó la final al Valencia.
El
25 de mayo de 2005, Liverpool y Milán pelearon por el trono de Europa en el
Ataturk de Estambul ante más de 80.000 espectadores.
El
partido tuvo un inicio eléctrico e inesperado. A los 50 segundos el veterano
Paolo Maldini empalmó un balón servido por Pirlo e hizo el 1-0, dejando helado
tanto a jugadores como a seguidores del Liverpool.
El Milán, espoleado por el
gol, tomó la iniciativa del partido y dominó el mismo durante los siguientes
minutos. Kaka estuvo brillante y Shevchenko y Crespo en ataque creaban
constante peligro. Precisamente en una gran jugada entre los tres se forjó el
tercer gol: Kaka sobre Shevchenko, este sobre Crespo quien remata a gol en el
minuto 39. El Liverpool estaba totalmente cao y justo antes del descanso, una
gran jugada de Kaka la culminó otra vez Valdanito Crespo marcando el tercer gol
para el Milán.
Parecía
que la final estaba sentenciada. Además Benítez y algunos jugadores del
Liverpool se fueron al vestuario totalmente desquiciados con el árbitro, el
español Mejuto González, ya que interpretaron que no había sancionado un penalti
por manos de Maldini. Para colmo de males Kewell se retiró lesionado y tras el
descanso tuvo que salir en su lugar el australiano Smicer.
Pero
nada más lejos de la realidad. Benítez reestructuró el equipo y salió con un increíble
espíritu de lucha, liderado por su gran figura, Stever Gerrard.
A
los 10 minutos de la reanudación, el capitán marcó un gran gol de cabeza a pase
de Riise. La rabia con la que celebró el gol pareció contagiar a sus compañeros
y dos minutos más tarde, en el minuto 56, Smiccer, desde el borde del área
logró un gol de un gran disparo, alimentando las esperanzas del Liverpool.
Pero
la apoteosis inglesa llegó 4 minutos más tarde y en el minuto 60, Genaro Gattuso
derribó dentro del área al Steven Gerrard. Xabi Alonso se enfrentaba a uno de
los mayores retos de su carrera, ya que tenía la responsabilidad de tirar el
penalti para empatar la final. Dida adivino la intención de Alonso parando el
penalti, pero en el despeje del portero lo pudo aprovechar para obtener el gol
de la igualada.
Desde
el minuto 60 al 90 el partido se ralentizó y se llegó a la prorroga que fue
casi totalmente dominada por el Milán que tuvo varias oportunidades, pero
Dudek, inspiradísimo, comenzó a convertirse en el héroe del equipo inglés.
En
los penaltis Dudek destacó por encima de todos. Con sus bailes al más puro estilo
Grobbelaar logro poner nervioso a Serginho, que tiró fuera, a Pirlo a quien le
detuvo la pena máxima y a Shevchenko, a quien le paró el penalti decisivo que dio
el triunfo al Liverpool más español que se recuerda, con Xabi Alonso y Luis
García de titulares, Josemi y Núñez en el banquillo y Morientes en la grada por
no poder jugar la Champions. Benítez y sus pupilos lograron el milagro apoyados
por la marea roja que acompañó al equipo en la final. Lograron dar la vuelta a
un partido que en el descanso perdían por 3-0, lo que es muy complicado, más aun
si el rival es un equipo italiano, más aun si el rival es un Milán plagado de
estrellas.
Efectivamente,
tal y como dice el himno que el Liverpool adoptó en 1945, nunca caminaron
solos. Detrás tenían un grandísimo apoyo y el Spanish Liverpool no decepcionó.
Yo soy parte de ese apoyo. Soy un gran fan del Liverpool y ese día fui
feliz.
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