viernes, 27 de julio de 2012

Carl Lewis: "El Hijo del Viento" (Entrada dedicada a Bosco Ybañez)


Hoy comienza en Londres uno de los acontecimientos más relevantes del mundo del deporte y del mundo en su globalidad. Hoy comienzan los Trigésimos Juegos Olímpicos de la era moderna y, por supuesto, en mi blog tienen que tener mucha presencia durante estos días, en los que hablaré sobre algunos de los deportistas que más han destacado en unos Juegos Olímpicos.

Hablar de los Juegos Olímpicos es hablar de Carl Lewis, probablemente el mejor atleta de todos los tiempos. Si hay un deportista cuyo nombre puede ir ligado a perpetuidad a esta cita deportiva, ése es él. Apodado “El Hijo del Viento” por su velocidad en la prueba de los 100 metros lisos, y por su imponente salto en longitud, Lewis dominó sus disciplinas durante los años ochenta y se mantuvo en la élite en los 90 hasta que se retiró tras los Juegos de Atlanta 1996.

Desde luego, si alguien causaba admiración en mí en el atletismo de los años 80-90 ese era Carl Lewis. Verlo correr era maravilloso. Era elegante, rápido, potente y un señor. Nadie puede discutir que es uno de los mejores atletas de toda la historia, o quizá el mejor. Sus victorias y sus marcas así lo atestiguan. Desde luego, para muchos, entre los que yo me encuentro, es el mejor atleta de todos los tiempos, sin ninguna duda.

En 1980, con sólo diecinueve años, Carl Lewis fue seleccionado para el equipo olímpico estadounidense de atletismo, pero el boicot de los Estados Unidos a los Juegos Olímpicos de Moscú de 1980 retrasó su aparición en escena.

En realidad su leyenda comenzó en el Mundial de Helsinki de 1983, en el que Carl Lewis logró dos medallas de oro, en los 100 metros y en los 4x100 metros. Ya se intuía que sería uno de los dominadores de la velocidad en las siguientes competiciones de relevancia. 

Pero su gran gesta se produjo en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles de 1984, en los que contaba con 23 años. Su progreso había sido increíble y su madurez era patente a pesar de su juventud. Estados Unidos organizada una vez más unos Juegos Olímpicos. Carl Lewis “jugaba” en casa y era uno de los favoritos para hacerse con la victoria en las pruebas de 100 metros y no defraudó. Ganó con una fantástica marca de 9,99 segundos, aunque no pudo batir el record del mundo que por aquel entonces poseía, con 9,93 segundos, Calvin Smith. Además Lewis ganó otras tres medallas de oro (200 metros, 4x100 metros y salto de altura) igualando la gesta de Jesse Owens en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936. Carl Lewis se coronó Rey de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984. 

 
En 1987, el Mundial de Roma ganó el oro en salto de longitud y en los relevos 4 x 100 metros, pero fue segundo en los 100 metros lisos, al ser superado por el canadiense Ben Johnson, que consiguió batir el record del mundo situándolo en 9,83 segundos. Sin embargo, años después Ben Johnson fue desposeído de todos sus triunfos y récords por dopaje, por lo que Carl Lewis pasó a ser el ganador de los 100 metros en Roma.

En 1988, en los Juegos Olímpicos de Seúl, Lewis consiguió otras dos medallas de oro más, una en la prueba de 100 metros una vez que Ben Johnson fue descalificado por consumo de esteroides, en la que además logró el record del mundo con una marca de 9,92 segundos y la otra en salto de longitud, convirtiéndose en el primer atleta en ganar esta prueba en dos Juegos Olímpicos consecutivos. Pero además obtuvo la medalla de plata en los 200 metros ya que fue vencido por sorpresa por su compatriota Joe DeLoach.

1991 fue una temporada apasionante tanto en los 100 metros como en el salto de longitud:

  • Carl Lewis y su compañero de equipo Leroy Burrell, dominaron las pruebas de velocidad. Antes de Mundial de Tokio Burrell había batido el récord mundial de Carl Lewis, dejándolo en 9,90 segundos. Sin embargo, Carrl Lewis respondió al desafío de Burrell, en la que quizá sea la mejor carrera de los 100 metros de la historia, en donde seis de los ocho corredores rompieron la barrera de los 10 segundos. En esa carrera Lewis se convirtió en el primer hombre en bajar de los 9,90 segundos con una marca de 9,86 segundos, para lograr su tercer Campeonato Mundial en los 100 metros y estableciendo un nuevo récord mundial.
 
  • La competición de salto de longitud en el Mundial de Tokio fue excepcional. Siete saltadores lograron superar los 8 metros y finalmente Mike Powell logró el oro con un espectacular salto de 8,95 metros y por fin, superó la marca que muchos años atrás había establecido Bob Beamon como record mundial (8,90 metros en los Juegos Olímpicos de México de 1968). Pero Carl Lewis hizo una fantástica prueba con una serie de seis saltos espectacular: 8,68 – x – 8,83 (viento a favor de 2.30 mts/seg.) – 8,91 (viento a favor que superaba el límite reglamentario y por ello ese salto no se aceptó como récord mundial) – 8,87 – 8,84 y hasta que Powell hizo su quinto salto de 8,95 metros era el líder de la prueba.
A Barcelona 92 Lewis llegó con 31 años. No pudo correr los ni los 100 metros ni los 200 metros al no clasificarse en las pruebas de selección de su país, pero si fue seleccionado para el relevo 4x100, donde volvió a ganar una nueva medalla de oro y por supuesto compitió en la prueba de salto de longitud, en la que ganó su tercera medalla de oro olímpica, superando a Mike Powell.

Tras Barcelona, comenzó la decadencia del mito, pero aun pudo demostrar al mundo que era un atleta especial y en los Juegos Olímpicos de Atlanta de 1996, de nuevo en casa, con 35 años, logró ganar por cuarta vez consecutiva la medalla de oro en salto de longitud con una marca de 8,50 metros.

Lewis dejó una huella imborrable en el olimpismo y en el atletismo en general por sus logros, pero también por su elegancia, por su simpatía y por su forma de ser. Consiguió finalmente 10 medallas olímpicas, 9 de oro y 1 de plata, lo que aún le sitúa entre los deportistas más laureados de la historia de los Juegos Olímpicos. Además fue nombrado “Atleta del año” por parte de la IAAF en los años 1988 y 1991 y premio Jesse Owens en 1982 y 1991.

Y tras su retirada, en 1996 fue galardonado con el premio Príncipe de Asturias del Deporte.

No consiguió batir la marca legendaria de Bob Beamon excepto en el Mundial de Tokio de 1991 en el que consiguió saltar 8,91 metros, pero no fue tenida en cuenta la marca ya que el viento a favor era superior al máximo establecido, pero se dice que en 1982 había hecho un salto de 9,14 metros que fue nulo por un escasísimo margen. Quizá ha sido la única injusticia que el deporte ha tenido con “El Hijo del Viento”.

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